Pavón revelo que alrededor de 161 millones de personas se encontraban en una situación de crisis alimentaria o peor según la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases, CIF (IPC por sus siglas en inglés), o su equivalente, superando ya los 155 millones de personas registrada en el 2020. Esta cifra corresponde a 43 de los 55 países o regiones cubiertos en el Informe Mundial de Crisis Alimentaria 2021.
Suministrar cada día alimento a más de 800 pequeños, educación seglar y espiritual, dulces y golosinas los fines de semana, operativos médicos, paseos a diferentes lugares, campamentos al concluir el año escolar, cena de Navidad y juguetes el Día de Reyes, son las principales actividades que realiza la Fundación Sociedad de Amigos Alimentando un Niño.
“Con esto lo que buscamos es que los infantes tengan oportunidades de vivir una vida normal como los demás niños y así cerrar esa brecha de desigualdad social que existe entre los que más pueden y los que no tienen nada”, precisa.
Explica que lo que comenzó como un encuentro de amigos, empresarios, políticos, comunitarios y religiosos se ha convertido en una estrecha relación de hermandad, cuyo principal objetivo es llenar el vacío social que pesa como un lastre sobre la sensibilidad de aquellos con quienes la vida ha sino menos consecuente.
Entiende que, como entidad preocupada por la niñez desvalida del país, razona que este segmento poblacional corre el riesgo de caer en los vicios y la delincuencia a temprana edad con lamentables consecuencias que podrían llegar hasta a la pérdida de vidas inocentes.
Ante tal situación, el filántropo señala “que la falta de protección y de cuidado de los niños por parte de algunos padres debido a las dificultades en el seno del hogar, así como la ausencia de un Estado responsable de sus ciudadanos se ha ido germinando los delincuentes del mañana, pues al no tener éstos la tutoría y la orientación sobre el bien y el mal escogen el peor de los caminos”.
Narra que motivado por esa realidad es que nace la idea de crear la fundación en busca de solución, de alimentar niños, no solo en lo material, sino de combinarlo con lo espiritual a través de la palabra de Dios e inculcarles valores, para lo cual se asocian a las congregaciones sin importar denominación religiosa, porque el fin es unir esfuerzos para la causa.
Asegura que sus esfuerzos han sido bendecidos por el Creador, al tomar en cuenta que niños que fueron rescatados de las calles ahora son adolescentes temerosos de Dios, personas de bien y sobretodo ciudadanos responsables y cumplidores de las leyes.
El presidente de la Sociedad agradece públicamente a cada uno de los miembros de su familia por la forma desinteresada que han asumido el reto y le han apoyado de manera decidida.
“Agradezco a Dios por la familia que me ha dado, a Jenny Sugey Lora, mi esposa, a mi madre Elisa Pavón, viuda Rodríguez, a mis hijos, a mi hermana Elizabeth Rodríguez y a su esposa Miguel, sin su apoyo no estuviéramos celebrado por todo lo alto estos siete años de enriquecedora labor en favor de los más necesitados”, expresa con palabras entrecortadas fruto de la emoción que le invade.
“Como hijo mayor, nosotros estábamos dando apoyo económicamente a nuestro padre en su proyecto, pero nunca nos involucramos, sin embargo, a la hora de su fallecimiento decidimos dar continuidad a la obra que él había iniciado, por entender que, si teníamos las condiciones para vivir dignamente, por lo menos podíamos contribuir a que otros, aunque sea comieran cada día, especialmente los niños”, esboza.
Víctor Pavón, consciente de la responsabilidad social y su anhelo por una República Dominicana más sólida, ha usado la fundación como vehículo para crear conciencia sobre diversos aspectos de interés para la colectividad.
Asimismo, expresa que gracias al apadrinamiento de la Fundación muchos de estos niños podrán seguir estudiando y se convertirán en verdaderos hombres para el mañana.
La define como una Institución de Asistencia Privada que crea condiciones para la restitución de los derechos de niños, adolescentes y jóvenes que viven, vivieron o están en riesgo de vivir en las calles, cuyas edades fluctúan entre los 8 y los 14 años, independientemente de su procedencia, condición física, carencias emocionales, estado de salud.
Sin embargo al arribar a estos siete años dice que aún le falta mucho por hacer, ya que tiene proyectos por ejecutar y metas que cumplir.
Aprovecha la ocasión para solicitar a las autoridades y personas de corazón noble a colaborar con la entidad sin fines de lucro por considerar que no es la búsqueda de lo personal lo que le motiva, que su interés es la solidaridad.
Detalla que la atención que brinda la fundación es integral y personalizada e involucra la participación activa de los niños y jóvenes, así como de sus familias. Promueve la familia y los valores; que las instituciones públicas, la sociedad civil y la sociedad en general, asuman su responsabilidad mediante acciones concretas desde su ámbito de influencia, creando así entornos seguros, restituyendo el tejido social para garantizar el acceso a la salud, la educación, la cultura, entre otros aspectos del diario vivir.